Alquimia y depresión. Un fragmento de la obra «Alquimia» de Marie von Franz

“En el conocimiento de la antigüedad tardía, el plomo era el metal del planeta Saturno y tenía sus mismas cualidades: por el lado negativo, la depresión, y positivamente, la depresión creativa. Saturno es el dios de los mutilados, de los criminales y de los tullidos, pero también lo es de las gentes artísticas y creativas. En nuestro lenguaje moderno, eso significaría la extraña cualidad de ciertas depresiones en las que uno se siente literalmente como plomo. Sin pensar en ningún símil alquímico, es frecuente que la gente diga: “Hoy me siento como si fuera de plomo” En una depresión intensa, uno se siente incapaz de levantarse de la silla, de abrir la boca para explicar que está deprimido, no hace más que estar sentado como un bloque de materia inerte (…)

Tal y como implica la palabra, en una depresión la persona está aplastada, comprimida, en general porque una parte de la libido psicológica está baja y hay que buscar cómo subirla; la verdadera energía de la vida ha resbalado a una capa más profunda de la personalidad, y sólo es posible alcanzarla mediante una depresión. Es decir que, a menos que haya una psicosis latente, una depresión debe ser estimulada, diciéndole a la persona que entre en ella y esté deprimida, en vez de tratar de rehuirla poniendo la radio o leyendo Selecciones, y si las depresiones dicen que la vida no significa nada y que nada vale la pena, pues aceptarlo y decir: “bueno, ¿y qué?”. Escuchar, profundizar, hasta alcanzar el nivel de energía psicológica de donde puede surgir alguna idea creativa de modo que, súbitamente, en el fondo, pueda surgir un impulso de vida, y creatividad que había sido pasado por alto.

(…) en los estados depresivos de la gente, por lo general en el fondo se encuentran o bien contenidos creativos, o un violento deseo que no se ha llegado a sacrificar.

Con frecuencia, las personas deprimidas (…) tienen los deseos salvajes de un niño a quien le gustaría comérselo todo, pero al mismo tiempo tiene la inteligencia suficiente para saber que la vida no es así, que no pueden tener lo que quieren, de manera que el deseo se enrosca sobre sí y se convierte en depresión y hosquedad (…)

Éste es el simbolismo de la locura en el plomo, pero también contiene a Osiris, el hombre inmortal, y con sólo que acepte uno esa zona interior, llegará al contenido creativo donde se oculta el sí mismo.

(…) lo infantil es el deseo de experimentarlo todo en el aquí y ahora, la fantasía como tal es completamente legítima,  tiene la idea de la coniunctio, de un estado perfecto y armonioso. Es una idea religiosa, pero, si se la proyecta sobre la vida exterior y se la quiere tener allí, en el aquí y ahora,  es imposible. La forma en que la persona quiere realizar la fantasía es infantil, pero en sí la fantasía es valiosa y no hay en ella nada de malo ni de enfermo.

Así que precisamente en esa zona loca y no dominada de la persona, en la  zona salvaje y problemática, está el símbolo del Sí mismo. Eso le da el impulso, y es por eso por lo que las personas nunca saben qué hacer, porque no pueden reprimirlo; o, si son razonables y se resignan a renunciar a la cosa y se dan cuenta de lo infantil que es  y entienden que hay que resignarse y adaptarse a la vida; entonces sienten que se han curado, pero que los han despojado de sus mejores posibilidades y se sienten frustrados.

(…)

La gran dificultad, por consiguiente, para retornar al lenguaje alquímico, reside en extraer a Osiris del ataúd de plomo, en salvar la fantasía que es dadora de vida y al mismo tiempo podarle la puerilidad del deseo de realizarse (…) lo que significaría sacar a Osiris del ataúd de plomo: eso es lo que el alquimista hizo en forma proyectada cuando dijo que el hombre divino había que extraerlo del ataúd de plomo o materia corruptible. “

Marie Louise von Franz. Alquimia. Editorial Oceano. Colección Luciérnaga, Barcelona, 1991. (p 153-158)

Saturno devorando a su hijo , de Pedro Pablo Rubens

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